Cuando el idioma no es el único problema
Como alguno ya sabréis, llevo algo más de tres meses viviendo en Londres. Estoy aquí porque mi mujer tuvo una buena oportunidad laboral y decidimos que era también un buen momento para cambiar de aires.
Siempre habíamos querido vivir una época en Londres y, sinceramente, siempre pensé que yo sería el instigador. Esto hubiera supuesto que yo buscara algo aquí desde Madrid, y luego venirnos los dos. Así pues, cambio de planes.
La vida te lleva por donde te lleva, y a mi me ha traído a Londres en el momento en el que mi negocio en Madrid comenzaba a rodar bien.
Ya aquí, durante un tiempo pienso que puedo hacer lo mismo que hacía antes. Al fin y al cabo aquí puedo asesorar a muchas más start-ups. Pero enseguida me doy cuenta de que no va ser tan fácil.
Y es que, aunque tengo años de experiencia en no sé cuantas industrias, puestos, proyectos… aquí soy un novato. Y, si me lo permitís, os voy a contar qué peculiaridades me he encontrado en esta ciudad que tan bien creía conocer.
El ritmo
En España me he centrado en algo que me apasiona. Conseguir que las startups tengan una asesoría técnica de calidad y que puedan confiar en una persona que les informe y aconseje. Esto lo consigo ofreciendo un servicio a tiempo parcial en el que procuro que se invierta lo indispensable (incluida mi minuta). En España funciona porque vamos un poco justos de cuartos, pero aquí es otra historia.
Por lo que he podido ver, a grandes rasgos hay dos tipos de startups. Las que no tienen pasta y las que sí. Es decir, hay gente que, como en España, monta un wordpress con un par de amigos y se pone a vender lo que sea. Pero por otro lado, hay startups que ofrecen en Angel List puestos de CTO o de CDO por 80.000 libras sin despeinarse. Eso para mi es impensable en Madrid.
Así que primer error. Aquí la gente va a tope. O tienen para pagar a un perfil top o te ofrecen equity. Pero nada de medias tintas. ¡Quién pudiera!
La comunicación
Es verdad que los británicos son un pueblo extremadamente educado y formal, al principio es una cosa que te maravilla. No voy a entrar en lo difícil que es establecer un vinculo fuerte con ellos, eso sería mitad generalizar, mitad elucubrar.
Pero si que os voy a hablar de una cosa que llamo: hacer un tinder.
Ya llevo por lo menos media docena de personas que me han contactado por LinkedIn o por otros medios. Les encanta lo que hago (y blah blah) y me piden que nos veamos “la semana que viene”. Yo les digo que sin problema y… si te he visto no me acuerdo. Tengo una de estas cada semana. Hay gente con la que quedo para ver un proyecto, me cancelan 10 minutos antes de la reunión y se van a por tabaco.
Supongo que vieron bien mi perfil y deslizaron para el otro lado porque ya no había match, pero es algo que te choca. No obstante, te acostumbras a que como mucho un 20% de tus contactos vayan a algún lado.
Pero hablando en serio, lo que más me frustra es perder mi mayor activo, la comunicación.
Nótese que aunque no soy un comunicador profesional, no lo hago del todo mal para ser Ingeniero Informático. Por otra parte, no soy ni de lejos el mejor programador, pero sé de código. Este equilibrio es el que me permite diferenciarme. Consigo que cliente y proveedor se fíen de mí, y con esa confianza el proyecto suele ir a mejor.
Pero por muy buen inglés que hable o escriba (que no es el caso), aquí no me acerco ni de broma a las capacidades que tengo en España.
Segundo error, no puedo vender lo mismo que hacía. Ni soy el mismo profesional ni sé moverme de la misma manera. Aquí soy un junior.
El idioma
Esto va al hilo de lo que escribía antes. Para no haber pisado en mi vida una academia de inglés no me defiendo mal. Ahora bien, estoy lejos de tener un nivel que me permita sentirme seguro.
No hay nada que no cure la práctica. Por suerte soy un muchacho medio espabilao y tengo bastante seguridad de que podré hacerme al entorno.
Sin embargo, los que me conocéis sabéis que vocalizo como si pelara patatas con la boca. Es algo con lo que me ha tocado lidiar toda mi vida y seguirá siéndolo. Creedme que me frustra más a mi que a los que luchan por entenderme. Es lo que hay.
Dejadme que os describa un ejemplo.
Me presento en una cafetería para verme con un muchacho sobreexcitado que me quiere contar su idea de una app que hace tal mandanga. Ya me cuesta la vida entenderle, pero cuando me toca hablar tengo que vigilar estos tres frentes:
- Vocalizar. Creedme que esto me exige mucha concentración.
- Aportar información relevante. Responder de inmediato a una duda técnica para la que no vienes preparado no es fácil. Uno debe concentrarse y tirar de memoria e ingenio para dar una respuesta de valor.
- Hacerlo en correcto inglés. Es normal creer que es necesario hablar sin un solo error para que te tomen en serio. Esto no es cierto. Salvo que no tengas ni idea, no suele ser un problema. Pero claro, yo para esto soy especialito.
Ah, y tengo un déficit de atención del carajo. Me cuesta horrores seguir una conversación más de 7 u 8 minutos. Por suerte se me da bien deducir por el contexto, pero esto en inglés también es más complicado.
Total, que a nada que se me vaya uno se estos puntos, me pongo nervioso como un mono enfarlopado. Y lógicamente, llega un momento en que me preguntan mi opinión. Yo, que estoy a lo mío, intento recomponerme y digo algo que suena a:
-Si, mi hombro es azul corbata también.
-¿Qué?
-¿Qué?
Entonces pongo esta cara durante varios segundos
Y finalmente digo:
-Tengo que irse
-¿Qué?
-Queeeéadioss
Y me voy sin pagar, tirando su paraguas al suelo y empujando la puerta que se abre para dentro.
Por supuesto, esto no es así en realidad, pero en mi cabeza ese es el resultado de la reunión.
Lección: confía en tu inglés, centrate, habla despacio y comparte lo que sabes. Que la conversación llegue hasta donde tenga que llegar. Si no puedes aportar nada, a charlar del tiempo.
La comida
No, no voy a hablar de que si en España se come mejor, que si el tiempo, que si todo eso… Quede claro, a mi la comida asiática me vuelve loco y esto es el paraíso.
Pero no me refiero a eso, si no a la forma de hacerlo en el trabajo.
Siempre me ha dado una pereza tremenda salir a comer el menú del día y estar hora u hora y pico fuera de la oficina. Pero mucho más pereza me daba comer en la cocina, saliendo al chino los jueves, por supuesto. Y siempre agotando los 45 o 60 minutos de comida para no regalar nada a la empresa.
Aquí reconozco que me encanta salir a eso de las 12:30 a por comida tailandesa, cantonesa, india o cualquier cosa que tenga curry. Me encanta pagar mis 7 u 8 libras por un tupper y subírmelo a la oficina o comérmelo en un parque.
Pero lo que más me gusta es invertir lo justo y necesario en comer. En general, la gente suele zamparse el tupper delante del ordenador. Como mucho, paran 15 o 20 minutos en la cocina de la ofi. Sé que puede parecer un poco triste. Pero si un día no te apetece, simplemente te bajas a comer y apañado.
Eso sí, al ahorrarte esa hora de comida, lo normal en mi entorno es ver gente que llega a las 9:00 y a las 17:00 o 17:30 se están marchando. Habrá de todo, pero lo que yo estoy viendo es que desde que llegan hasta que se van, no levantan la mirada de la pantalla.
La bebida
Supongo que tanta jornada intensiva tendrá algo que ver, pero por mucho tiempo que pase me sigue alucinando la cantidad de gente que sale de pintas después del trabajo. Quizás es porque yo me muevo por la City y Shoreditch, pero de martes a viernes los pubs están a reventar. Por supuesto, cuanto más te acercas al viernes peor se pone la cosa.
Raro es el jueves que no me bajo por lo menos 2 litros de cerveza. Hay semanas que parece que he vuelto de erasmus.
Yo creo que, al igual que en España tenemos una cultura gastronómica (o comer hasta reventar), aquí está el equivalente de beber hasta reventar. Para los que no lo sepáis, aquí es costumbre que cada uno pague una ronda, o al menos parte de ella. Es decir, si quedas con tres amigos a tomar algo, tu vas a la barra y te pides 4 pintas. Luego tu colega, luego el otro…
No está bien visto que te vayas sin pagar tu ronda, y por ende, no dejar que tus compañeros paguen la suya. Para grupos grandes hay truco, simplemente preguntas quién quiere algo y te vas a la barra a pedirlo.
Ojo, fíjate en los vasos y ofrecete cuando haya 3 o 4 vacíos, no seas canelo y te preguntes cuando todo el mundo se haya acabado lo suyo :).
En resumen
Esto tiene pinta de que va a ser una experiencia de las que te marcan. Es verdad que, más cerca de los 40 que de los 30, parece que te pilla un poco mayor. No obstante, nunca es tarde para aprender y sobre todo para disfrutar de tu día a día.
Me encantaría tener las fuerzas y los contactos suficientes como para montar aquí de nuevo mi proyecto, pero me parece que va ser que no. Necesito conocer antes cómo se juega con los mayores y qué puedo ofrecer realmente para diferenciarme del resto. Ya veremos en qué acaba todo; empleado, contractor, emprendedor… Sea lo que sea, sin duda será algo para recordar.
No me olvido de mi habitual recomendación culinaria. He estado dudando de si debo hacerla sobre Madrid o sobre Londres, así que la voy a hacer en los dos. No es mi favorito, pero os voy a recomendar Wagamama. Es el culpable de mi adicción al Ramen (antes de que se pusiera de moda, por supuesto XD). Os recomiendo el de pollo con chili, no es para tirar cohetes pero está bastante bien.
Si no os ha gustado el post, ¡al menos que comáis bien!