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Epístola 2 – Sobre Rufino y la apatía

—Rufino, me apetece un Fanta

—De naranja o de limón

—De naranja por supuesto

—Sígueme, conozco el sitio donde te ponen el mejor Fanta de la ciudad.

Nos pusimos los birretes y usando esta vez el Quiminova nos trasladamos al año 1696 donde casualmente se encontraba Sir Isaac Newton quitándole las plumas a un pollo. 

—¡Ay Rufino! ¡Cómo me alegro de verte! Estoy como que no me apetece hacer nada. ¿Qué hago?

—Lo que te ocurre es muy normal majo. Aquellos que utilizamos la ilusión como combustible vemos como la calidad de nuestro trabajo se ve condicionada por nuestro estado anímico. Esto lógicamente le ocurre a casi todo el mundo, pero nosotros nos vemos especialmente afectados ya que sentimos que nos representa a nosotros mismos. Por ello, muy a menudo nos encontramos en esta disyuntiva. Si no me apetece trabajar y lo hago desganado, no lograré imprimir a mi producto la calidad necesaria. ¿Debo entonces dejar de trabajar hasta que me apetezca? 

Newton dejó de contar los pelos de la escoba inmerso en el suspense de la sublime retórica de Rufino

—Sí y no. Hay que tener en cuenta que primero somos personas, luego trabajadores y por último somos recursos. Si la persona no se encuentra bien, el trabajador no podrá ser eficiente, y por tanto el recurso no cumplirá su cometido. Pero no puedes esperar a encontrarte bien. Debes buscar la forma de encontrarte bien. Deportes, relaciones personales, viajes… Cualquier cosa que mejore tu salud emocional se refleja en tu trabajo.

—Pero Rufino, ¡no tengo tiempo!. Tengo mucho trabajo. —Dijo Sir Isaac mientras hundía sus alpargatas en un cántaro de leche

—Pues no cojas tanto trabajo. Recuerda que lo que importa en la vida es ser feliz. Y no por tener más serás más feliz. Piensa en que la vida es una sucesión de banquetes. Si comes lo que te apetece, pero te controlas, disfrutarás. Si comes hasta reventar, acabarás echando una raba que podría cubrir a un mapache adulto metido en un barril de amontillado

—Entonces qué hago Rufino, ¿me pongo un horario fijo para organizarme?

—Pues si eso te funciona si. Si no, no. Es decir, es tu experiencia la que debe mostrarte el camino que te resulte más eficiente. Yo he pasado muchas noches trabajando hasta las tantas de la madrugada sin tener resultados. Y resulta que a la mañana siguiente resuelvo el problema en diez minutos. ¿Eso quiere decir que he perdido el tiempo? ¿Que no debo trabajar por las noches?

»Bueno, pues ha habido noches en las que he avanzado mucho más que en todo el día, y mañanas que han sido completamente estériles. Mi conclusión personal es la siguiente; gestión y planificación a primera hora de la mañana; desarrolló durante el día; comercial durante la última hora de la tarde y el morral para la noche. A mí me funciona, pero puede que tí no.

—Muchas gracias Rufino. ¿Pero puedes decirme por qué estás cagando en la sopera?

—Al César lo que es del César

—¡Oh, no!

Y dicho esto nos fuimos por donde habíamos venido pero al revés.

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