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Epístola 7, sobre Rufino, los iluminados y los cantamañanas

Estaba yo un día jugando al pilla pilla extremo con Rufino cuando este me dice:

— Oye, ¿te gustan los semáforos?

— De naranja o de limón.

— ¿Cómo?

En ese momento un enorme albatros en pijama salió de la puerta trasera de un colmado y nos dijo en correcto castellano:

— ¡Pasen, pasen!

Así que pasamos y nos encontramos ni más ni menos que a Chuck Goodyear pintando un cuadro de su propia muerte.

— Hombre Rufino, qué ganas tenía de verte.

— ¿Qué tal majo? ¡Cuéntame!

— Verás, tengo un cliente muy pesado, que no deja de contradecir o poner en duda todo lo que le digo, Y estoy muy seguro de que lo hace sin conocimiento de causa. Vamos a ver, si he inventado el vulcanizado, y este señor se dedica a hacer coches, entiendo que me diga qué peso y velocidad tienen que aguantar los neumáticos, pero no tiene por qué meterse en los procesos químicos que yo utilizo. Ni tampoco en quién va a hacer mis neumáticos, y ni mucho menos culparme de que no se vendan bien entre la gente de 24 a 32 años porque no he tenido en cuenta la altura máxima de lactancia de una cabra alpina.

— ¡Ay amigo! Es que en ocasiones nos topamos con los llamados cantamañanas, y sus primos los iluminados.

— Cuéntame más, Rufino —dijo Chuck mientras media el perímetro de la cabeza de una marsopa jienense.

— Pues mira, un iluminado es aquel al que se le ha ocurrido una idea razonablemente ingeniosa y que, ignorando cualquier percepción sobre su aceptación social, decide que es algo rompedor que revolucionará el mundo. Venderá su idea a otros iluminados que estén en una situación económica más favorable. Se animarán el uno al otro y decidirán que pueden ganar mucho dinero ayudados del siguiente grupo; los cantamañanas. Estos, son aquellas personas que han conseguido algún tipo de hito, asumen que eso les hace expertos de la materia, y se prestan a exponerlo a los cuatro vientos intentando encajar su experiencia pasada en cualquier circunstancia. Resultando, generalmente, fuera de contexto.

— Prosigue, oh, incólume Rufino.

— El iluminado encuentra en el cantamañanas el perfecto compañero de viaje. El primero preguntará la viabilidad de algo, y el segundo dirá que (o supondrá que) si, y el primero no lo cuestionará.

— Vaya Rufino, eso me encaja bastante con lo que estoy viendo, es cierto que dentro de mi cliente hay un tipo que siempre dora la píldora al otro, salvo de vez en cuando que suelta alguna estupidez. 

— Es que no es sencillo diferenciar entre algo posible y viable. ¿Es posible llegar a curar el cáncer? Yo creo que sí. ¿Es viable hacerlo con un presupuesto de 300.000 euros? Yo creo que no. Aquí el cantamañanas te dirá que nunca se sabe. Y es verdad, pero muy probablemente ocurrirá solo si tienes suerte. No sé puede utilizar la suerte como un factor más. El iluminado contará con qué estará de su lado, y el cantamañanas no le hará ver la realidad

— Pero Rufino —dijo Goodyear mientras hacía un graffiti de “mitosis no!” En la puerta de la Real Academia de las Ciencias— ¿Qué hago en este caso?

— Pues si los identificas antes de entrar al trapo, date la vuelta. Si te das cuenta dentro, intenta salir de la mejor manera posible. Y si es tarde para salir, debes acotar perfectamente tu cometido y limitarte a él. Este tipo de gente se ciega con el resultado y no es capaz de asumir el coste en el momento. Solo lo ve a posteriori.

— ¿Y cómo los identifico?

— Los iluminados te harán preguntas cuya respuesta esté encauzada. Te hablarán de que aspiran a que toda la humanidad se beneficie de su visión. Se echarán para atrás en la silla, y mientras se llevan la mano a la barbilla soltarán una estupidez que comienza por “y si…”. Te hablaran con superioridad pasional, como si ellos fueran a salvar el mundo gris en el que tú participas subyugado.

Rufino hizo una breve pausa para esquivar la Katana que le había lanzado Donatello. Donatello el escultor, no la tortuga ninja. Era un tío bastante colgado.

— Los cantamañanas te hablan constantemente de sus años de experiencia. No paran de pedirte explicaciones por todo lo que haces. Intentan mover la conversación a su campo de expertise. Tratan de introducir tecnicismos y tecnologías que no vienen a cuento y no diferenciarán las fases de cada proyecto. 

»Pero sobre todo, identifica bien estos comportamientos para evitar convertirte en uno de ellos. No confundas la pasión con la iluminación, ni la experiencia con el paso del tiempo. Adáptate al entorno en vez de criticarlo, y vigila sobre todo la viabilidad, no la posibilidad. Ni la madurez otorga sabiduría ni la juventud frescura. Cada destreza que ganes te costará trabajo, y con tiempo e inteligencia te completarás como profesional.

— Muchas gracias por tus milongas Rufino —dijo el hombrecillo mientras se coloreaba el monóculo— solo me queda una pregunta más.

— Dime chato.

— ¿Qué objeto tiene que estés cagando dentro de mi congelador?

— Voy a congelar un tordo, sacarle punta y atravesarte el corazón con él mientras duermes en tu ataúd, maldito vampiro.

— ¡Pero, pero…! ¿Cómo te has enterado? ¡Oh dios mío!

En ese momento brotaron de la pared letras de sangre que decían: “chipirones 14,95€/kg”. Desolados y entre lágrimas, nos bajamos por el tobogán de la piscina de los mayores hasta casa.

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