Estaba yo con rufino convocando al señor de las tinieblas cuando se me ocurrió que tenía frío en las rodillas
— Eh Rufino, me acompañas a la perrera
— Claro salao
Entramos en el batmovil y mientras le explicaba a Rufino las reglas del veo veo, una figura enjuta abrió la puerta del coche descubriéndose como Pierre de Fermat.
— ¡Ay Rufino qué alegría verte! Necesito tu ayuda
— Cuéntame majo
— Pues verás, a raíz de unas molestias en la espalda, no puedo ir al juzgado, por lo que me estoy sacando unas perrillas vendiendo polinomios, ¡muchos polinomios! ¡Y tulipanes! ¡Polinomios y tulipanes! ¡Ummm, garbanzos! Pero resulta que ahora que vienen los impuestos, he gastado más de lo que debía y me he quedado a cero. ¿Qué hago, Rufino?
— Pues verá, su señoría. Cuando uno está acostumbrado a tener un sueldo, no siempre es consciente de todos los gastos que conlleva. Por eso hay que ser muy cuidadoso y prudente cuando uno trabaja por cuenta propia. En mi caso, al comenzar la actividad, lo primero que hice fue asignarme un sueldo mensual. Y el resto, se iba a reservas. Así, si un mes cobraba tarde, tiraba de reservas y ya está. En cuanto a los impuestos, —continuó Rufino mientras yo pensaba en la palabra Papagallo— me abrí una cuenta en el banco donde guardaba el IVA de las facturas emitidas. Luego, cuando tocaba pagar cada trimestre, cogía de ahí lo que necesitaba una vez desgravados los gastos. Así no sólo tenía dinero, sino que además iba almacenando un remanente. Y cada año repartía un 50% a reservas y un 50% a la saca. También, abrí otra cuenta en la que cada mes metía una cantidad fija, así me iba preparando una especie de hucha para las épocas malas. En resumen, te recomiendo que de tus ingresos mensuales, descuentes tus gastos fijos y te asignes un sueldo de la mitad del beneficio medio. Si un mes ganas más, metes más en reservas, si un mes ganas menos, metes menos en reservas, y si un mes no ganas, sacas el mismo sueldo de reservas.
— Pero Rufino —dijo fermat mientras mojaba en mostaza su ocarina— es que la cosa varía mucho cada mes, hay meses en los que no gano nada
— Pues con más razón aún, ponte un sueldo pequeñito y guárdate una buena parte hasta que tus ingresos se estabilicen. Y si no lo consigues en un plazo de, por ejemplo, un año, debes plantearte cambiar de tercio. Porque o tú no eres capaz de encontrar tu espacio o es el mercado el que no puede contigo.
— Muchas gracias por tus consejos, Rufino. Pero si me permites quisiera hacerte una pregunta
— ¿Es sobre tu olla express?
— Si, me gustaría saber porque has hecho caca dentro y luego has echado dos cebollas, un pellizco de azafrán, sal, pimienta, vaso y medio de vino blanco, un puerro cortado en juliana y un huevo de dodo.
— Porque es la receta de Bizcocho marmolado que te hacía tu abuela cuando volvíais de Torrevieja en verano.
— ¡Oh, dios mío!
Dicho esto tiramos el dado, caímos en la Calle Fuencarral, pagamos 200 dólares del monopoly y girando a la izquierda al pasar el chaflán, llegamos a casa secos y sin calcetines.
Epístola 7, sobre Rufino, los iluminados y los cantamañanas
Estaba yo un día jugando al pilla pilla extremo con Rufino cuando este me dice: — Oye, ¿te gustan lo…
Epístola 6, Sobre Rufino y sus clientes
Me encontraba apaleando el cuadro de una foca con un saxofón oxidado cuando llegó Rufino y me propus…
Epístola 5 – Sobre Rufino y los cuartos
Estaba yo con rufino convocando al señor de las tinieblas cuando se me ocurrió que tenía frío en las…
Epístola 4 – Sobre Rufino y los socios
Estaba yo con Rufino en el parque de Santa Justa afilando nuestros patines de hielo cuando una gran …
Epístola 3 – Sobre Rufino y la soledad
Estaba el otro día podando bonsais con Rufino cuando sentí el antojo de comerme unas nécoras. …
Epístola 2 – Sobre Rufino y la apatía
—Rufino, me apetece un Fanta —¿De naranja o de limón? —¡De naranja, por supuesto! —Sígueme, conozco …