El otro día quedé a tomar unos torreznos con mi amigo Rufino, que es un tío estupendo, y que además es un emprendedor nato. Así pues, nos trasladamos al año 1892 usando el quimicefa y nos pasamos a saludar al bueno de Nikola Tesla. Y de paso, pedirle unas mirindas para acompañar los torreznos. Tesla se estaba poniendo el bigote justo cuando llamamos a su puerta. Tras recibirnos y sacar la máquina de preparar salchichas, le dijo a Rufino:
—Rufino, ¿qué es para ti ser emprendedor? ¿Te preparo unos buñuelos?
—Ya he cenado, majo. Y me alegro de que me hagas esa pregunta. No sé bien qué es lo que entiende el resto del mundo por ser emprendedor. Pero bajo mi criterio, es solo la primera fase de lo que a mi me gusta llenar un generador. Un emprendedor es una persona que se lanza a presentar una idea al mundo para conseguir los apoyos necesarios. Estos pueden ser económicos, materiales o emocionales, y le ayudarán a dar forma física a algo que solo existe en su cabeza. Un generador, es la persona que tiene una idea, la desarrolla, la aplica, la explota y la destruye si llega el momento.
—Vaya Rufino —exclamó Tesla mientras se arrojaba una taza de camomila a la cara— ¿y cómo se pasa de uno a otro?
—Es un error habitual, propio de la naturaleza humana, comenzar un proyecto y no planificar su fin. En el ámbito en el que yo me muevo, que es el de proyectos informáticos, nunca establecemos la vida útil del producto. Y eso es algo necesario para tener una idea real de su coste y de su beneficio de explotación. La única moneda que existe en el mundo es el tiempo. El dinero es simplemente la mejor forma que hemos inventado para intercambiarla.
»De una manera simplista, si tu inviertes el tiempo en hacer algo, será un buen negocio cuando consigas que se entregue más de lo que has dedicado a su construcción. Por ejemplo, empleas 500 horas a desarrollar una web y 1000 usuarios lo consumen durante 50 horas al año. Siendo así, está claro que la proporción es de 100 a 1. ¿Eso quiere decir que has ganado? Bueno, pues puedes usar los beneficios para comprar horas de expertos para trabajar en tareas que tú no controlas. O puedes usar esas horas que has acumulado en tiempo para disfrutar de la vida o para invertirlas en otros negocios. Pero las horas pasan las uses o no, así que piensa bien dónde te metes. No empieces nunca algo sin saber el tiempo que vas a invertir y el tiempo que va a durar.
—Vaya Rufino —le espetó Tesla mientras enharinaba un plato de boquerones— qué nos quieres decir con esta filosofía barata.
—Que ser emprendedor no es suficiente. No basta solo con comenzar algo. Debes tener claro cuándo te vas a plantear ponerle fin, cuándo vas a validar su continuidad y sobre todo cuándo vas a evaluar si has conseguido lo que buscabas. Y debes tener una cosa clara, ponte una fecha tope para conseguir tus objetivos. Si llega el momento y no lo alcanzas aunque sea por un 1%, corta de inmediato. La ilusión debe estar presentes al iniciar, pero para continuar, debes usar mayoritariamente el sentido común.
—Jo Rufino —dijo Tesla mientras sacaba la oreja de un koala de la fiambrera— es un poco pesimista lo que dices, ¿no? ¿Qué hay de la pasión?
—Por supuesto que debe haber pasión. Pero esta debe ser el sustento de un proyecto, no su instigador. Cálculos y pasión van de la mano, y su armonía facilita el éxito.
En ese momento se escuchó un terrorífico aullido. Tesla se levantó de su caballito de madera, sacó una escopeta recortada del armario de los yogures y mientras cargaba un par de cartuchos, dijo:
—Es hora de vestir de plomo a estos malditos licántropos
—Perdón —dijo Rufino— es el ruido que hace mi tripa cuando suelto el vientre sobre una alfombra.
—¡Oh dios mío!
Y sin mediar palabra, le dimos los torreznos a la planta carnívora y nos fuimos por las escaleras mecánicas del Mercadona más cercano al ritmo de la sintonía del 1,2,3.
Epístola 6, Sobre Rufino y sus clientes
Me encontraba apaleando el cuadro de una foca con un saxofón oxidado cuando llegó Rufino y me propus…
Epístola 5 – Sobre Rufino y los cuartos
Estaba yo con rufino convocando al señor de las tinieblas cuando se me ocurrió que tenía frío en las…
Epístola 4 – Sobre Rufino y los socios
Estaba yo con Rufino en el parque de Santa Justa afilando nuestros patines de hielo cuando una gran …
Epístola 3 – Sobre Rufino y la soledad
Estaba el otro día podando bonsais con Rufino cuando sentí el antojo de comerme unas nécoras. …
Epístola 2 – Sobre Rufino y la apatía
—Rufino, me apetece un Fanta —¿De naranja o de limón? —¡De naranja, por supuesto! —Sígueme, conozco …
Epístola 1 – Sobre Rufino y sus ideas
El otro día quedé a tomar unos torreznos con mi amigo Rufino, que es un tío estupendo, y que además …