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Tailgating

Una de las cosas que más me inquieta de Londres es el ritmo. A veces es un agobio, a veces es desesperante.

¿Sabéis la sensación de ir adelantando en la autopista a 140 km/h y tener a un BMW a dos metros de tu maletero?. Te dan ganas de frenar de golpe e inflarle a guantazos, ¿verdad?

Bueno, pues andando por la City tienes una sensación parecida. En Madrid, si un tío me sigue a un metro de distancia, me pongo alerta porque pienso que me la va a intentar liar. El instinto español te hace querer girarte, preguntarle si está mirando a tu piba, y luego darte de tortas.

Aquí es normal “hacer fila” por la calle. Es como si la conciencia general dictase que no hay sitio para que cada uno vaya a su aire. En respuesta, la gente anda en fila india como si siguieran órdenes. Si aceleras el paso un poco, el de atrás te sigue. Si lo ralentizas, lo mismo. Tampoco hay que exagerar, porque la gente no es idiota. Pero si que existe un claro efecto de ir en un carril.

A esto lo llamo “el ritmo de la City”, y es una velocidad bastante estándar a decir verdad. Aquí la gente sabe que como pierda el tren lo mismo tiene que esperar media hora al siguiente o a lo peor ni sale. Así que cada uno va de un sitio a otro sin perder un segundo.

Esto contrasta absolutamente con el ritmo del “Centro”, ya sea Oxford Circus, Covent Garden o Westminster. Ahí lo que predomina son turistas. Turistas torpones que van de la manita o en filas de a cuatro. Tu entras en la Central (línea de metro) en Bank como si estuvieras persiguiendo gallinas y sales en Oxford dentro de una procesión del Cristo de la Cojera.

Y del negocio, ¿Qué?

Y algo parecido pasa con el tema de los negocios. Pero es un ritmo que me cuesta mucho más comprender. En general, en España está bastante mal visto no responder a un correo serio. Los típicos correos de marketing cutrón son otra cosa. De hecho, si te presentan a alguien en persona y quedas en tomar un cafe un día de estos, normalmente te lo tomas.

Aquí el primer contacto es el epítome de la educación. Da gusto ver los modales de esta gente. Ahora, tu escribe para tomarte “ese café que ME PROPUSISTE” y ya puedes esperar.

Pero bueno, no siempre pasa eso. Hay personas con las que he hecho buenas migas y oye, se agradece charlar y conocer gente de vez en cuando. Pero eso de que un tío te escriba por LinkedIn para nada, me pone de los nervios. #olanosequiéerequiereuntrabajooyequeyano¿?¿?¿

Entiendo que esta gente cobrará por mensajes enviados o candidatos propuestos. Pero yo soy la empresa que le contrata y como le pille se entera. Sorprende lo currantes y centrados que son para unas cosas, y lo chapu y “rude” que son para otras.

Y de ahí viene el título del post, tanto la gente que te va “comiendo el culo” por la calle como esa sensación de que la ciudad te pasa por encima.

En conclusión, y si te lo tomas con filosofía, la cosa no va más allá que algún bajoncillo de vez en cuando. Yo mientras tanto prefiero seguir con mi forma de ser, que es algo de mi tierra, y mi tierra se viene conmigo.

¿Y mi bocadillo?

Hoy, 28 de noviembre de 2019, os juro que le cortaba las uñas a un tigre de bengala si a cambio me dieran un bocata de calamares. ¡Por dios cómo lo echo de menos!

Así que hoy mi recomendación de va al bocata de calamares de Las Bravas. No sé si ya lo recomendé o no, ahora mismo me da igual. ¡Quiero mi bocadillo! ¡Quiero mi bocadillo!

Si no os ha gustado, ¡al menos que comáis bien!

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